La fatà il·lâ 'Alî

La fatà il·lâ 'Alî
"Has de saber que aquel que realiza la Futuwwah
es situado delante, cerca del Señor de los hombres.

Preferir el otro a sí mismo, he ahí el adorno del caballero (fatà).
Sea este quien sea, honor a él.

La impetuosidad de las pasiones no lo agitan,
siempre firme como una montaña.

Ninguna pena lo aflige, ningún miedo lo despoja
de sus nobles virtudes en el fragor de su combate.

Mira cómo, él solo, ha derribado los ídolos.
Así es él: suave y duro a un tiempo".

Ibn 'Arabî (Murcia, 1165-Damasco, 1240)

jueves, 31 de octubre de 2013

Bushido y Futuwwah

Bushido y Futuwwah

[Los paralelismos existentes entre el budismo zen y el tasawwuf o sufismo islámico son evidentes, más allá de las divergencias propias de dos tradiciones distintas, nacidas y desarrolladas en contextos muy diferentes. No menos evidentes son las afinidades entre el Bushido japonés, la senda del guerrero samurai tan influida por el espíritu del zen, y la Futuwwah o caballería espiritual sufí. Publicamos el presente texto de Alan W. Watts acerca de la conciliación entre la filosofía del budismo zen y la vocación guerrera de los samurais, a fin de comprender mejor la función del yihâd en el islam, tanto en su vertiente interna como externa, así como el carácter de la Futuwwah; insistimos, salvando siempre todas las distancias salvables. Nota de la redacción].

"Hay que observar que el zen llegó al Japón poco después de iniciarse la era Kamakura, cuando el dictador militar Yoritomo y sus samurai arrebataron el poder que estaba en manos de la nobleza decadente. Esta coincidencia histórica proporcionó a la clase militar de los samurai un tipo de budismo que les resultaba muy atractivo por sus cualidades prácticas y terrenales, y también por su modalidad sencilla y directa. Así surgió la peculiar forma de vida llamada bushido, el Tao del guerrero, que consiste esencialmente en la aplicación del zen a las artes de la guerra. La asociación de la doctrina pacifista del Buddha con las artes militares siempre ha sido un enigma para los budistas de las demás escuelas. Parece implicar un completo divorcio entre el despertar y la moralidad. Pero hay que hacer comprender que, en su esencia, la experiencia budista consiste en liberarse de toda clase de convenciones, inclusive de las convenciones morales. Por otra parte, el budismo no es una rebelión contra la convención. En sociedades en las que la casta militar es parte integrante de la estructura convencional y se acepta el papel del guerrero como una necesidad, el budismo hará posible que el guerrero cumpla su papel como budista".

[Alan W. Watts, El camino del zen, Edhasa, Barcelona, 1977, p. 135]. 

'Alî, el caballero

No hay caballero sino 'Alî

"El arquetipo, el caballero por excelencia, es para los shiíes el I Imâm. Uno de los más conocidos hadîz lo repite: "No hay más caballero que 'Alî; no hay más espada que Dhû-l-Fiqâr" ["Lâ fatà il·là 'Alî wa lâ sayfa il·là Dhû-l-Fiqâr", en árabe] (símbolo de la hermenéutica que corta las ambigüedades de la religión literal). He oído cantar personalmente este versículo en el curso de una ceremonia celebrada con motivo del aniversario del nacimiento del I Imâm, una de las más importantes fiestas shiíes, y era ciertamente impresionante. Había allí toda un asamblea de sufíes. Se improvisaban poemas, sermones. Un joven mol·lâ improvisó un gran poema heroico de alabanza dedicado al I Imâm. Después de cada estrofa toda la asamblea repetía a coro el hadîz que acabo de citar. Se percibía, ciertamente, el éthos de la Futuwwah".

[Henry Corbin, El hombre y su ángel. Iniciación y caballería espiritual, Destino, Barcelona, 1995, p. 206].

Zûrjâne, marcialidad persa

Zûrjâne, un arte marcial persa


"El gimnasio tradicional iraní, zûrjâne, cuya traducción literal sería la casa de fuerza, es una de las instituciones más antiguas de Irán y posiblemente date del periodo preislámico, aunque la mayor parte de las teorías sobre su origen no están suficientemente documentadas. Para algunos, el origen de esta simbiosis entre sufismo, valentía y defensa de los desamparados es una manifestación del nacionalismo iranio frente a las sucesivas invasiones desde el periodo islámico. Aunque evidentemente la destreza física desempeña un papel importante en el entrenamiento de estos atletas, también hay un importante componente espiritual. El diseño de estos lugares es semejante a los pabellones o conventículos utilizados durante la época islámica en Irán por cofradías sufíes o caballerescas (futuwwah). Los luchadores se ejercitan con unos grandes mazos de madera (mîl), rodetes de madera y cadenas de distintos grosores (kabbâdeh) (...).

Las primeras noticias detalladas sobre los espectáculos que se celebraban en estos gimnasios proceden de la época safávida, y en muchos casos, de los relatos de los viajeros extranjeros como Chardin, Tavernier o Niebuhr. Posiblemente no sea casual que durante el periodo safávida hubiese una proliferación de estos gimnasios, ya que muchos elementos del combate espiritual del chiísmo duodecimano están presentes en la concepción y ejecución de los ejercicios realizados por los gimnastas. El pequeño coso (gowd), al igual que en la ceremonia de la danza mística (samâ') es un espacio sagrado. Los luchadores acceden a él a través de una puerta estrecha y besan la arena del coso en señal de respeto. Dentro del recinto hay un escaño reservado para el miembro más veterano del grupo, o el maestro, quien será el encargado de marcar el ritmo de los ejercicios mediante un pequeño tambor al tiempo que recita poemas de los grandes poetas clásicos persas.

La síntesis entre la lucha interior y el combate exterior fue realizada por un maestro del siglo XIV, Pahlavân Mahmûd Khârazm, cuyas enseñanzas han inspirado a la mayor parte de estas escuelas o gimnasios. En el recinto del zûrjâne, al igual que la cofradía (tarîqat) sufí, no hay distinciones sociales, los hombres se presentan con el torso desnudo y aprenden mediante el respeto y el autocontrol a canalizar su fuerza. Para los ejercicios individuales cada atleta pide permiso al maestro antes de comenzar su ejecución y en todo momento se somete a las órdenes de aquél (...)".

[Alfreg G. Kavanagh, Irán por dentro. La otra historia. Guía cultural de la Persia antigua al Irán moderno, J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2010, pp. 561-563].

miércoles, 30 de octubre de 2013

La Futuwwah según un beduino

La Futuwwah según un beduino

"La Futuwwah es lo que de ella nos ha referido Ibn al-'Arabî (1), que dijo: "Se preguntó a un beduino qué era la Futuwwah; respondió: "Un alimento que se ofrece, un rostro acogedor, un comportamiento digno y no hacer nunca daño a nadie".

Notas:
(1) Muerto en 953, es autor de varias obras acerca del tasawwuf o sufismo islámico, entre ellas Tabaqât al-Awliyâ'. No confundir con Ibn 'Arabî de Murcia (m. 1240), el 'Sahyj al-Akbar', 'el maestro más grande'.

[Al-Sulamî, Futuwwah. Tratado de caballería sufí, Paidós, Barcelona, 1991, p. 105].

Futuwwah, dos realidades

Las dos realidades de la Futuwwah

"El término Futuwwah (que, en este contexto, traduciremos como "caballería espiritual") designa en su origen la cualidad del fatà. Este término, a su vez, designa al hombre joven o al adulto en la plenitud de sus fuerzas, generoso y dispuesto a dar su vida, virtud caballeresca por excelencia. Más adelante, en el siglo IX, y en un momento en el que en el islam se empiezan a concretar diversas formas del conocimiento y de pertenencia comunitaria, el término Futuwwah comienza a usarse para referirse a dos realidades complementarias. Una, más visible, tiene lugar en el plano social en la zona de Irán y Oriente Medio y alude a diversas organizaciones iniciáticas, a menudo practicantes de artes marciales [el zûrjâne persa, por ejemplo] o ligadas a los gremios de oficios. La otra, más profunda, se confunde con los medios sufíes con los que está en contacto. Abû 'Abd ar-Rahmân as-Sulamî (m. 1201), que jugará un papel fundamental en la transmisión de la enseñanza de los primeros sufíes a las generaciones ulteriores, se convirtió en el intérprete de esta segunda realidad en su Kitâb al-Futuwwah (1). En esta obra, a través de diversas tradiciones que se remontan al profeta Muhammad, y de numerosas frases y comentarios de los maestros de la Vía, la Futuwwah aparece como la reunión de todas las virtudes. Encontraremos también esta misma idea en los capítulos XLII y CXLVI de las Futûhât al-Makiyya (Las Iluminaciones de La Meca) de Ibn 'Arabî, lo que no tiene nada de sorprendente si conocemos el profundo vínculo espiritual existente entre Sulamî e Ibn 'Arabî. Efectivamente, este último nos relata en al menos dos ocasiones a lo largo de las Futûhât su encuentro con Sulamî en el maqâm al-qurba, "la estación de la Proximidad". Además, el significado de las tradiciones citadas por Sulamî en su obra sobre la Futuwwah se encuentra de forma implícita en la obra del Shayj al-Akbar [este es el apelativo con el que se conoce a Ibn 'Arabî], "el más grande de los maestros".

[Andrés Guijarro, prólogo en Ibn 'Arabî, Textos sobre la caballería espititual, EDAF, Madrid, 2006, pp. 9-10].  

'Alî, arquetipo del fatà

 'Alî ibn Abî Tâlib, arquetipo del fatà



" 'Alî ibn Abî Tâlib [primo y yerno del profeta Muhammad, casado con su hija Fâtima] es considerado el fundador de la caballería espiritual (Futuwwah en árabe y Yavânmardî en persa). Esta historia (1) ofrece un buen testimonio acerca de la esencia verdadera de la caballería, a saber, acción sincera y desapegada dedicada a una noble causa. La caballería combina acción con desinterés; acciones desprovistas de intereses mundanos o teñidas de vicios como la ira, la codicia, el ansia de poder o la sed de venganza. No es casual que en el islam las órdenes de caballería acabaran por integrarse en ciertas escuelas de sufismo y que dentro de la tradición sufí se esperara de todo aspirante a hollar la senda que conduce al Jardín de la Verdad que poseyera la virtud de la caballerosidad".

Notas:
(1) Cfr. Mawlânâ Rûmî, Masnavî I, 3735 y ss.

[Seyyed Hossein Nasr, The Garden of Truth. The Vision and Promise of Sufism, Islam's Mystical Tradition, HarperOne, Nueva York, p. 88].

martes, 29 de octubre de 2013

Cortesía, shinto e islam

La cortesía en el shinto y el islam

"Tenemos aquí, por otra parte, un ejemplo de trivialización del lenguaje, que nunca ha sido signo del apogeo ni del refinamiento de una civilización. Esta trivialización va unida a una singular falta de sensibilidad en las relaciones humanas; ya sea respecto a sus condiscípulos o a sus profesores, los alumnos se expresan la mayoría de las veces en un lenguaje crudo y directo (¡que se aprecia tanto! -es mejor ser descarado que tímido, al parecer, como si se tratara de una alternativa-), cuando no es francamente grosero. Lo peor es esta especie de instalación confortable en esta manera de expresarse; las mentes a la larga se embotan, y consideran  -en opinión incluso de algunos alumnos- completamente normal y legítima esta forma de manejar el lenguaje. La delicadeza y el tacto son valores caducos; la grosería y la falta de nobleza vienen a suplantarlos. En el shinto [japonés], como en el islam -por no citar más que estos dos ejemplos- la cortesía forma parte integrante de la religión. Se trata esencialmente de no detenerse en la accidentalidad terrenal del prójimo, sino de tener conciencia de su substancia celestial".

[Ghislain Chetan, La escuela a la deriva. La enseñanza actual a la luz de la Tradición universal, J. J. de Olañeta editor, 2012, pp. 53-55].  

Sufismo, yavânmardî y zûrjâne

Sufismo, yavânmardî y zûrjâne


"El sufismo ha infundido su espíritu a toda la estructura del islam, tanto en sus manifestaciones sociales como intelectuales, porque es similar al aliento que anima nuestro cuerpo. Las órdenes de los sufíes, al ser cuerpos bien organizados en el interior de la gran matriz de la sociedad islámica, han ejercido influencias de carácter perdurable y profundo sobre la estructura global de la sociedad, aunque su función primaria fuera salvaguardar las disciplinas espirituales y posibilitar su propagación de una generación a otra. Además, en el transcurso de la historia islámica se han afiliado al sufismo organizaciones iniciáticas secundarias, que van desde las órdenes caballerescas, que acostumbraban a custodiar las fronteras del islam y eran conocidas en sus distintas formas como las órdenes de los ghâzis o los yavânmardân, que más tarde se asociaron con los zûrjânes  [gimnasios tradicionales persas] en Persia, hasta los gremios y diversos grupos artesanales, asociados con la Futuwwah y la personalidad de 'Alî ibn Abî Tâlib. 

No es posible estudiar en profundidad la sociedad islámica sin tomar en consideración la acción de estas "sociedades dentro de la sociedad", especialmente en períodos en que la estructura social externa quedó debilitada como ocurrió por ejemplo después de la invasión mongol en las tierras orientales del islam. Tampoco son comprensibles, sin recurso al papel básico desempeñado por el sufismo, muchos de los problemas de la historia islámica, como la extensión por Asia del islam o la transformación de persia, predominantemente sunní, en un país shií".

[Seyyed Hossein Nasr, Sufismo vivo. Ensayos sobre la dimensión esotérica del islam, Herder, Barcelona, 1984, pp. 19-20].  

Adab, cortesía espiritual

Adab, la cortesía espiritual

"Un término usado a menudo por los sufíes se encuentra también en la mayoría de las lenguas de los pueblos musulmanes. Se trata de adab, cuyo significado es comportamiento, cortesía, cultura, discurso refinado, literatura, correctas actitudes éticas, y muchas otras cosas más. Realmente, resulta intraducible y tal vez debería ser utilizado directamente en su forma árabe, como ocurre con karma o guru, que han entrado en nuestra lengua recientemente procedente del sánscrito o, incluso, yihâd del árabe. Todas las sociedades tradicionales han tratado de inculcar sus propias formas de adab entre los miembros de una sociedad desde la infancia, y la civilización islámica no es una excepción. Para los musulmanes tradicionales, el adab abarca todos los aspectos de la vida desde el saludo a la comida, desde cómo sentarse en un encuentro a la forma de entrar en un lugar de culto. Por lo que hace a la quintaesencia del adab, ha estado siempre asociado por los sufíes con las acciones y palabras del Profeta [Muhammad]. Adab es también las maneras de controlar las pasiones, que a menudo afectan y originan las acciones humanas. Es, igualmente, una forma de formalizar los actos humanos de tal manera que generen armonía y belleza, y no desorden y fealdad. El adab disciplina incluso el cuerpo y extrae su dignidad innata y su naturaleza teomórfica, al tiempo que nos enseña a conducirnos a nosotros mismos de una forma digna del estado humano. 

Su objetivo es controlar el ego y las pasiones e inculcar las virtudes de humildad y caridad dentro del alma humana, así como ayudar a que aflore el aspecto majestuoso de nuestra existencia. Por ello, está estrechamente relacionado con la disciplina espiritual y resulta de enorme valor a la hora de realizar actos bondadosos. El adab nos enseña a disciplinarnos a nosotros mismos y a preparar el alma para el sacrificio supremo de su voluntad, presentándose ante el altar del Absoluto, que es también Verdad, Belleza, Amor y Bondad, cualidades que se reflejan de una u otra forma en el adab quintaesencial del islam tradicional, más allá de toda idiosincracia étnica o cultural. Nadie en la senda hacia el Jardín puede estar desprovisto interiormente de adab".

[Seyyed Hossein Nasr, The Garden of the Truth. The Vision and Promise of Sufism, Islam's Mystical Tradition, HarperOne, Nueva York, 2007, pp. 89-90].               

lunes, 28 de octubre de 2013

Yihâd, guerra mayor y guerra menor

Yihâd, guerra mayor y guerra menor


"Históricamente, hay que destacar que la tradición islámica, en lo que nos interesa aquí, es en cierto modo la heredera de la tradición persa, una de las más altas civilizaciones indoeuropeas. El concepto mazdeo de militia bajo el estandarte del "Dios de Luz", y de la existencia en la tierra de una especie de lucha incesante por arrancar los seres y las cosas al poder de un antidiós, es el centro de la visión persa de la vida. hay que considerar que es la contrapartida metafísica y el fondo espiritual de las hazañas guerreras que tuvieron su apogeo en a edificación persa del imperio del "Rey de reyes". Tras la caída de la grandeza persa, subsistieron ciertos ecos de aquella tradición en el ciclo de la tradición árabe medieval, en formas más materiales y a veces exasperadas, pero sin anular nunca efectivamente el móvil original de la espiritualidad.

Aquí nos referimos a tradiciones de este tipo sobre todo porque ponen de relieve un concepto muy útil para aclarar posteriormente el orden de las ideas que nos proponemos exponer. Se trata del concepto de la guerra santa mayor [yihâd], distinto de la guerra santa menor, pero al mismo tiempo ligado a esta última por una correspondencia especial. La distinción se basa en un hadîz del Profeta [Muhammad], el cual, según se cuenta, a la vuelta de una expedición guerrera dijo: "Hemos regresado de la guerra santa menor a la guerra santa mayor". La guerra santa menor corresponde aquí a la guerra exterior, a la guerra sangrienta que se hace con armas materiales contra el enemigo (...). La "gran guerra santa", por el contrario, es de orden interior e inmaterial, es el combate que se libra contra el enemigo, o el "bárbaro", o el "infiel" que cada uno alberga dentro de sí y al que ve surgir dentro de sí en el momento en que quiere sujetar todo su ser a una ley espiritual. En su calidad de deseo, tendencia, pasión, instinto, debilidad y cobardía interior, el enemigo que hay en el hombre tiene que ser vencido, quebrantado en su resistencia, encadenado, sometido al hombre espiritual: esa es la condición para alcanzar la liberación interior, la "paz triunfal" que permite participar de lo que está más allá tanto de la vida como de la muerte.

Eso es simplemente ascetismo, dirán algunos. La gran guerra santa es la ascesis conocida en todos los tiempos. E incluso habrá quien se sienta tentado de añadir: esa es la vía de los que huyen del mundo y, con la excusa de la lucha interior, se transforman en un atajo de cobardes pacifistas. No es nada de todo eso. Tras la distinción entre las dos guerras, su síntesis. Lo propio de las tradiciones heroicas es prescribir la "guerra menor", o sea la verdadera guerra sangrienta, como instrumento para la "gran guerra santa"; hasta el punto de que, finalmente, las dos se convierten en una sola y misma cosa. Así es como en el islam los términos "guerra santa" -yihâd-  y "camino de Dios" se emplean indiferentemente. Cuando se combate se está en el "camino de Dios".

(...) La acción toma el exacto valor de una superación interior y acceso a una vida liberada de la oscuridad, de lo contingente, de la incertidumbre y de la muerte. En otras palabras, la situaciones, los riesgos, las pruebas inherentes a las hazañas guerreras provocan la aparición del "enemigo" interior, el cual, en calidad de instinto de conservación, cobardía o crueldad, lástima o furor ciego, se considera que es lo que hay que vencer en el acto mismo de combatir al enemigo exterior. Eso demuestra que el punto decisivo está constituido por la orientación interior, la permanencia inquebrantable de lo que es espíritu en la doble lucha, sin precipitarse ciegamente ni transformarse en un animal violento, sino al contrario, dominando las fuerzas más profundas, controlando para no dejarse arrastrar nunca interiormente, mantenerse siempre dueño de sí mismo, y ese dominio permite afirmarse más allá de todos los límites".

[Julius Evola, Metafísica de la guerra, J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2006, pp. 45-50]. 

Sufismo y Yavânmardî

Sufismo y Yavânmardî


"En el oriente medio, antes del Islam, la tradición de la Yawânmardî o caballería había educado personas a quienes se conocía como Yawânmardân (1). La tradición de la caballería estaba fundada sobre los valores de la generosidad (morowat), el altruismo (îsâr), el sacrificio (fadâ kârî), el auxiliar a los oprimidos y desamparados, la compasión hacia las criaturas, el mantener la palabra dada y, finalmente, la humildad; cualidades que, más tarde, en el sufismo se convirtieron en las virtudes de los hombres perfectos. Además de estos nobles atributos, propios de un verdadero ser humano, los Yawânmardân estaban comprometidos con un código ético (adab) y unas costumbres que representaban el propósito de la caballería. Cuando se produce la aparición del Islam, estos hombres lo asumen como su religión y lo integran en su tradición de la Yawânmardî. 

El sufismo fue así fundado sobre los pilares del Islam y la caballería, y la ética de la Yawânmardî constituyó la base de las prácticas y las costumbres de los sufíes en sus centros o Jânaqâhes. Más tarde, a medida que la filosofía de la Unidad del Ser (Wahdat-e-Woyûd) y el Amor divino fueron manifestados por los maestros de la senda y fueron adquiriendo mayor profundidad y belleza, la tradición de la Yawânmardî también encontró, poco a poco, una extraordinaria influencia y seguimiento entre los sufíes; pues el espíritu del sufismo consistía en mirar en una sola dirección (la de Dios) a través de la fuerza del amor y el cariño y, su método, en cultivar el comportamiento ético del hombre, lo cual se correspondía con la tradición de la caballería. Es necesario saber que el sufismo posee dos aspectos, uno interior y otro exterior, su aspecto interior es el recorrido por la senda espiritual, atravesar sus moradas hasta alcanzar el nivel de la subsistencia en Dios (baqâ); el exterior es la práctica y el seguimiento de la tradición del Yawânmardî que constituye el conjunto de las virtudes de los hombres perfectos. Los sufíes, que son los abanderados de la escuela de la hombría de bien y la tradición de la caballería en el mundo presente, no deben permitir que la civilización actual destruya las cualidades nobles de la humanidad y que el hombre, que, aparentemente, ha volado hasta los cielos, caiga hasta niveles más bajos que las bestias.

En el mundo material de hoy día, todo el esfuerzo de los sufíes debe consistir en convertirse en ejemplos de los seres nobles, para así estimular y dirigir el entusiasmo de otros hacia los más nobles atributos de la humanidad, dones otorgados, exclusivamente, a los seres humanos. Los sufíes tienen la responsabilidad de demostrar a la gente el fruto y los signos del paraíso espiritual que han encontrado en la senda del sufismo, para que comprenda que, en comparación con el paraíso espiritual, su paraíso material es insignificante y carece de valor alguno.

Notas:
(1) Yawânmard: el caballero, textualmente el «hombre joven» (el eternamente joven, el joven de espíritu).

[Dr. Javad Nurbakhsh, SUFÍ nº 26, otoño e invierno, 2013, p. 2].

domingo, 27 de octubre de 2013

Yavânmard, el caballero espiritual

Yavânmard o fatà, 
el caballero espiritual

"La palabra compuesta yavânmard, en árabe fatà, designa a aquella persona en la que están actualizadas las perfecciones humanas y las energías espirituales, las fuerzas interiores del alma; a aquel, por tanto, que está en posesión de unas cualidades deslumbrantes, de unas costumbres ejemplares, que lo distinguen del común de los hombres. De ahí la solemnidad del vocativo ¡Yvân-mardâ! que se encuentra en los textos sufíes. El nombre abstracto, yavânmardî, que es el equivalente del árabe futuwwah, designa así, con un recurso al contraste que caracteriza toda la percepción irania del mundo, la manifestación de la Luz, de la naturaleza inicial del hombre, a la que se denomina fitra, y la victoria de dicha Luz sobre las Tinieblas del alma carnal.

Ya aquí se anuncia el recuerdo del combate eterno de la Luz y las Tinieblas. Llegado a este punto, el hombre, currado de todos los vicios, posee todas las excelencias morales. Ésta es la juvenilitas esencial del hombre y lo que otorga su sentido a la caballería espiritual como conclusión del conocimiento de sí, de la posesión de sí. En su origen, el concepto de caballería espiritual, de yavânmardî, está pues ligado a la idea de la naturaleza inicial del hombre, fitra, y al concepto específicamente shiíta de walâya, que traduciré por "dilección divina" de que son objeto algunos elegidos. La walâya es lo esotérico de la profecía; el término lleva implícita la idea de la iniciación espiritual con la que son investidos algunos seres amados de Dios".

[Henry Corbin, El hombre y su ángel. Iniciación y caballería espiritual, Destino, Barcelona, 1995, p. 195].   

jueves, 24 de octubre de 2013

Gremios de oficios

Futuwwah y asociaciones de oficios

"En Irán, donde nace en el seno del sufismo, la idea de futuwwah da forma y estructura a las asociaciones de oficios. Esta idea impregnó todas las actividades de la vida con un sentimiento de servicio caballeresco que implicaba comportamiento ritual, iniciación, grado, pacto de fraternidad, secreto, etc.".

[Hebry Corbin, El hombre y su ángel. Iniciación y caballería espiritual, Destino, Barcelona, 1995, p. 192]. 

Caballeros constructores

Caballeros constructores


"El otoño último hablé con el decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Isfahán acerca de la maravillosa mezquita real, con sus inmensas superficies cubiertas de azulejos esmaltados en azul. El decano me dijo: "Puede usted estar seguro de que una mezquita así sólo es concebible como obra de los caballeros constructores". Lo mismo sucede con nuestras catedrales. Puede establecerse una comparación con el fenómeno correspondiente en Occidente, con la "Orden de los compañeros del Santo Deber de Dios", y con todos aquellos a los que todavía llamamos en Francia los Compagnons du Tour de France. Sería una bella empresa establecer el contacto histórico , primero, y quizá renovar a continuación el vínculo desvanecido desde hace siglos. Empresa difícil, pues ante el impacto occidental estas cosas tienen tendencia a entrar en un esoterismo cada vez más cerrado. Todavía estos últimos años se han construido soberbias mezquitas tradicionales en Irán. Los arquitectos conservan el secreto, pero toda tentativa, incluso por parte de los iraníes, de obtener de ellos un texto, o incluso simplemente algunas palabras, se enfrenta a una disciplina del arcano, a un sentido de la discreción, que desalienta a los investigadores".

[Henry Corbin, El hombre y su ángel. Iniciación y caballería espiritual, Destino, Barcelona, 1995, pp. 192-193].   

miércoles, 23 de octubre de 2013

Fundamentos de la Futuwwah

Fundamentos de la Futuwwah

"Y sabe -¡Dios te tome bajo su protección!- que las bases de la Futuwwah consisten en tener deferencia hacia la religión y en preservar sus principios, en seguir lo que Dios ha ordenado a su Profeta cuando le dijo: "Practica el perdón, insta el bien y apártate de los ignorantes (Corán 7, 199)".

[Al Sulamî, Futuwah. Tratado de caballería sufí, Paidós, Barcelona, 1991, p. 108].

Obligaciones de la Futuwwah

Obligaciones de la Futuwwah

"Entre las obligaciones de la Futuwwah [caballería espiritual sufí] figuran: la veracidad, la lealtad, la generosidad, la excelencia del comportamiento, la nobleza del alma, la dulzura con los hermanos, la convivencia".

[Al-Sulamî, Futuwah. Tratado de caballería sufí, Paidós, Barcelona, 1991, p. 109].