La fatà il·lâ 'Alî

La fatà il·lâ 'Alî
"Has de saber que aquel que realiza la Futuwwah
es situado delante, cerca del Señor de los hombres.

Preferir el otro a sí mismo, he ahí el adorno del caballero (fatà).
Sea este quien sea, honor a él.

La impetuosidad de las pasiones no lo agitan,
siempre firme como una montaña.

Ninguna pena lo aflige, ningún miedo lo despoja
de sus nobles virtudes en el fragor de su combate.

Mira cómo, él solo, ha derribado los ídolos.
Así es él: suave y duro a un tiempo".

Ibn 'Arabî (Murcia, 1165-Damasco, 1240)

lunes, 28 de octubre de 2013

Sufismo y Yavânmardî

Sufismo y Yavânmardî


"En el oriente medio, antes del Islam, la tradición de la Yawânmardî o caballería había educado personas a quienes se conocía como Yawânmardân (1). La tradición de la caballería estaba fundada sobre los valores de la generosidad (morowat), el altruismo (îsâr), el sacrificio (fadâ kârî), el auxiliar a los oprimidos y desamparados, la compasión hacia las criaturas, el mantener la palabra dada y, finalmente, la humildad; cualidades que, más tarde, en el sufismo se convirtieron en las virtudes de los hombres perfectos. Además de estos nobles atributos, propios de un verdadero ser humano, los Yawânmardân estaban comprometidos con un código ético (adab) y unas costumbres que representaban el propósito de la caballería. Cuando se produce la aparición del Islam, estos hombres lo asumen como su religión y lo integran en su tradición de la Yawânmardî. 

El sufismo fue así fundado sobre los pilares del Islam y la caballería, y la ética de la Yawânmardî constituyó la base de las prácticas y las costumbres de los sufíes en sus centros o Jânaqâhes. Más tarde, a medida que la filosofía de la Unidad del Ser (Wahdat-e-Woyûd) y el Amor divino fueron manifestados por los maestros de la senda y fueron adquiriendo mayor profundidad y belleza, la tradición de la Yawânmardî también encontró, poco a poco, una extraordinaria influencia y seguimiento entre los sufíes; pues el espíritu del sufismo consistía en mirar en una sola dirección (la de Dios) a través de la fuerza del amor y el cariño y, su método, en cultivar el comportamiento ético del hombre, lo cual se correspondía con la tradición de la caballería. Es necesario saber que el sufismo posee dos aspectos, uno interior y otro exterior, su aspecto interior es el recorrido por la senda espiritual, atravesar sus moradas hasta alcanzar el nivel de la subsistencia en Dios (baqâ); el exterior es la práctica y el seguimiento de la tradición del Yawânmardî que constituye el conjunto de las virtudes de los hombres perfectos. Los sufíes, que son los abanderados de la escuela de la hombría de bien y la tradición de la caballería en el mundo presente, no deben permitir que la civilización actual destruya las cualidades nobles de la humanidad y que el hombre, que, aparentemente, ha volado hasta los cielos, caiga hasta niveles más bajos que las bestias.

En el mundo material de hoy día, todo el esfuerzo de los sufíes debe consistir en convertirse en ejemplos de los seres nobles, para así estimular y dirigir el entusiasmo de otros hacia los más nobles atributos de la humanidad, dones otorgados, exclusivamente, a los seres humanos. Los sufíes tienen la responsabilidad de demostrar a la gente el fruto y los signos del paraíso espiritual que han encontrado en la senda del sufismo, para que comprenda que, en comparación con el paraíso espiritual, su paraíso material es insignificante y carece de valor alguno.

Notas:
(1) Yawânmard: el caballero, textualmente el «hombre joven» (el eternamente joven, el joven de espíritu).

[Dr. Javad Nurbakhsh, SUFÍ nº 26, otoño e invierno, 2013, p. 2].

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