La fatà il·lâ 'Alî

La fatà il·lâ 'Alî
"Has de saber que aquel que realiza la Futuwwah
es situado delante, cerca del Señor de los hombres.

Preferir el otro a sí mismo, he ahí el adorno del caballero (fatà).
Sea este quien sea, honor a él.

La impetuosidad de las pasiones no lo agitan,
siempre firme como una montaña.

Ninguna pena lo aflige, ningún miedo lo despoja
de sus nobles virtudes en el fragor de su combate.

Mira cómo, él solo, ha derribado los ídolos.
Así es él: suave y duro a un tiempo".

Ibn 'Arabî (Murcia, 1165-Damasco, 1240)

martes, 9 de septiembre de 2014

El destino de la raza roja

El destino de la raza roja

[Las distintas tradiciones caballerescas -los samurais japoneses, los indios norteamericanos, los maoríes polinesios o los sufíes musulmanes, encarnados en un Emir Abdelkader, por ejemplo-, por el hecho de convivir habitualmente y por vocación con el sufrimiento y la muerte y su práctica denodada por el dominio de sí mismo, poseen nobleza y grandeza de manera casi natural. Veamos lo que el maestro sufí Frithjof Schuon afirma acerca del destino fatal de los pieles rojas norteamericanos, a quienes tanto admiró, como homenaje a una tradición espiritual y caballeresca no lejana en cuanto a talante de la Futuwwah sufí. Nota de la redacción].

"El piel roja sólo podía vencer o morir; es la base espiritual de esta alternativa lo que confiere al destino de la raza roja un aspecto de grandeza y de martirio. Los indios no sucumbieron simplemente porque fueran el bando más débil, sucumbieron porque representaban una nobleza y una espiritualidad incompatibles con el mercantilismo del hombre blanco -porque encarnaban un carácter, una idea, un principio, y, por ser lo que eran, no podían ser infieles a sí mismos-. Este drama inmenso podría definirse como una lucha, no sólo entre una civilización comerciante y materialista y otra caballeresca y espiritualista, sino también entre la civilización urbana -en el sentido estrictamente humano y peyorativo del término, con todo lo que implica de artificio y servilismo- y el reino de la Naturaleza, considerada vestidura majestuosa, pura e ilimitada del Espíritu divino. Y de esa idea de la victoria final de la Naturaleza (final porque es primigenia) sacan los indios su inagotable paciencia frente a las desdichas de su raza; la Naturaleza, de la que ellos se sienten encarnación y que es al propio tiempo su santuario, acabará venciendo a este mundo artificial y sacrílego, pues ella es Vestidura, el aliento y la propia Mano del Gran Espíritu".

[Frithjof Schuon, El sol emplumado, J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 1992, pp. 59-60].

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